Clase magistral de Philip Seymour Hoffman sobre la autodestrucción humana luego de una tragedia personal. El hombre grita, llora, patalea, y termina visitando gasolineras para drogarse con el aroma naftero. Un espíritu en decadencia morbosa, mostrado sin filtros por un Philip tan desecho como memorable. Y acompañado por la siempre impecable Kathy Bates. Dibuje, maestro. Que se lo extraña.
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Increíble y totalmente devastadora película, que interpretación de PSH, cuando uno no quiere pasar por el torniquete del duelo y se muerde la cola con la evasión, ya que esto es lo único que nos queda. Saludos Biciman!
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